Cambios
del comportamiento sexual y de
la vida familiar de las clases bajas a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII
A
través de la relación directa entre ambos sexos, las
condiciones de producción de la industria rural [sobre
todo textil, de carácter doméstico, donde trabajaban por
igual hombres y mujeres] produjeron un cambio en la
trama social. Debido a la disminución de la
importancia del patrimonio y la herencia como
requisitos para la formación de una familia, el
control político y la autoridad patriarcal fueron
disolviéndose progresivamente. Esto tuvo
como
resultado la posibilidad de una
elección
más personal de la pareja,
aumentando la libertad
para formar una familia, lo que a su vez
contribuyó
a posibilitar una «transformación del mundo de los
sentimientos eróticos»
(R. Braun). Aun así, la elección de la pareja, los
comienzos del matrimonio y el comportamiento sexual no
perdieron su relación «objetiva» con el proceso de
producción. Al contrario, la individualización y
personalización de las relaciones entre hombre y mujer
fueron consecuencia de las necesidades de la producción
doméstica:
Una vez perdida la base agraria, la supervivencia
de la familia ya no dependía de la transmisión de la
propiedad, sino del «capital de fuerza de trabajo de
ambos cónyuges» (M.
Segalen) y de la continua regeneración de dicho
capital mediante el proceso de reproducción
biológica. La expresión de los sentimientos
«eróticos» no quedó confinada a una esfera «libre» e
independiente del proceso de trabajo, sino
vinculada de forma concreta al proceso de producción
doméstica: «Donde las personas de ambos sexos se
encuentran siempre juntas en la caldeada atmósfera de la
misma estancia... y ocupándose en un trabajo que
requiere tan poco de sus pensamientos o de su corazón»,
se suele pasar el tiempo charlando «sobre temas que
tienden a centrarse en torno a la gula, la
lascivia, la estafa y el robo», de forma que los que
tienen «las ideas más sucias se consideran a sí mismos
héroes y consiguen que los demás también lo sientan
así».
La
creciente importancia de la sexualidad —y no sólo en el
sentido simbólico— en la vida cotidiana de los
trabajadores de la industria doméstica
rural
fomentó un doble efecto en la actitud de ambos sexos y
en los diferentes grupos por edad: contribuyó a
rebajar la edad de la adolescencia y a igualar la
actividad y los comportamientos sexuales de hombres
y mujeres. La «inmoralidad» y la «desvergonzada
libertad de ambos sexos» que tan frecuentemente
criticaban los observadores de la clase media cuando
comparaban a los artesanos rurales con los
campesinos era sobre todo una crítica dirigida
especialmente al comportamiento funcional de ambos
sexos. Desde su punto de vista, basado en su propio
modelo de comportamiento, las clases altas veían la
igualdad del comportamiento de hombres y mujeres
como el reflejo de una relación
desequilibrada.
Entre
esta clase de personas, el hombre es reservado y son las
mujeres las que se muestran dispuestas a
seducir...
La muchacha corriente domina tan bien el arte de
la coquetería
como la dama; ella destapa sus senos sin vergüenza, así
como desvela otros encantos,
pero sólo
en parte, porque sabe que esto da más resultado que
descubrirlos completamente. Si el joven se resiste, ella
intenta espolear sus sentidos con aguardiente; y si
el joven no acude a la cama de ella, la muchacha le
visita a él en la suya. Viene a ser, prácticamente,
la historia de un romance en el que los papeles se han
invertido. (J. M. Schwager.)
P. KRIEDTE, H. MEDICK y J. SCHLUMBOHM,
Industrialización antes de la
industrialización, Barcelona, Ed. Crítica, 1986, pp.
99-101.
Al comienzo de la
industrialización, cuando aún no hay máquinas
automotoras, el capitalista acude a casa del trabajador.
Después el sentido de la relación se invertirá, y el
trabajador acudirá a trabajar a casa del capitalista.
Ahora la tendencia capitalista es la de desubicar el
trabajo. Pequeños cambios de gran
significado.
Genaro Chic García
http://www.genarochic.tk/
Foro:
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Tfno.
954 62 58 88
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¿Y qué es peor que
una crítica? - La crítica constructiva. La gente nunca
te lo perdonará (Eliyahu M. Goldratt, La
meta, Madrid, 1993, p. 251)